Reseña de «El libro vacío» de Josefina Vicens

De vacío no tiene nada, todo lo contrario, está repleto de reflexiones y análisis de la mente humana que, por momentos, abruman. Específicamente, la mente de José García, el protagonista y única voz de esta novela escrita al estilo de diario personal. Y, aún más específico que la mente de José García, la mente de un escritor frustrado por no poder dejar de escribir, sabiendo que nunca logrará ser el escritor afamado que ha soñado durante toda su vida adulta.

Sé que no podré escribir. Sé que el libro, si lo termino, será uno entre los millones de libros que nadie comenta y nadie recuerda. A veces repito mi nombre: José García. Lo veo escrito en cada una de las páginas. Oigo a las gentes decir: ´el libro de José García´. Sí, lo confieso. Hago esto con frecuencia y me gusta hacerlo. Pero de pronto, violentamente, se rompe todo.

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José García es un hombre de 56 años que su deseo más ferviente es escribir una novela, no cualquier novela, sino una que le de la fama y el reconocimiento que nunca ha tenido en su vida común y corriente de oficinista promedio. Su deseo es ambicioso y le dedica mucho tiempo a escribir, pero sobre todo, a pensar lo que va a escribir. Su vida, su familia, su trabajo y su edad, no le permiten alcanzar su sueño. Aún así, sabiendo que fracasará, ha comprado dos cuadernos, uno para escribir todo que venga a su mente y otro para transcribir aquello que sea digno de ser escrito y leído y que, eventualmente, se convierta en su gran novela. Sabe que va perdiendo esa batalla, la del segundo cuaderno, pero aún así no puede dejar de escribir en el primero.

¡Qué absurdo, Dios mío, qué absurdo! Si el libro no tiene eso, inefable, milagroso, que hace que una palabra común, oída mil veces, sorprenda y golpee; si cada página puede pasarse sin que la mano tiemble un poco; si las palabras no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento; si la emoción sencilla, encontrada sin buscarla, no está presente en cada línea, ¡qué es un libro? ¡Quién es José García? ¡Quién es ese José García que quiere escribir, que necesita escribir, que todas las noches se sienta esperanzado ante un cuaderno en blanco y se levante jadeante, exhausto, después de haber escrito cuatro o cinco páginas en las que todo eso falta?

Conforme avanza el relato y tras una serie de reflexiones profundas sobre sí mismo, José García se da cuenta de que lo que lo hace feliz es escribir y lo que lo hace miserable es escribir. No tiene sentido hacerlo, pero no puede dejar de escribir. Bajo este lente de escritor, García analiza todo lo que le sucede, lo rutinario de su trabajo, su esposa que nunca lo va a entender como él quiere, sus hijos, el mayor tan distinto a él y el pequeño con inquietudes similares a las suyas. García está atrapado, más que en su vida mediocre, como él mismo la nombra, en su pensamiento, el único lugar donde puede ser él mismo, un lugar de libertad y esclavitud al mismo tiempo.

¿Qué puede contar de su vida un hombre como yo? Si nunca, antes de ahora, le ha ocurrido nada, y lo que ahora le ocurre no puede contarlo porque precisamente eso es lo que le ocurre: que necesita contarlo y no puede. Pero no se trata de sucesos, de acontecimientos con fecha, personajes y desenlace. No. ¿Cómo decirlo? Se trata de escribir y entonces, necesariamente, hay que marcar un tema, pero más que marcarlo, porque no tengo el tema que interese a todos, hay que desvanecerlo, diluirlo en las palabras mismas. ¡Otra vez las palabras! ¡Cómo atormentan! La verdad es que yo no puedo inventar algo ni a alguien y entonces necesito llenar con palabras ese hueco, ese vacío inicial. Pero con tales palabras, tan convincentes, qu Eno se perciba la existencia del hueco. Que no sea un ir poniendo, rellenando, dejando caer, sino un transformar, hasta que sin tema, sin materia, el vacío desaparezca.

Lo cierto es que su vida mediocre está repleta de buenas anécdotas, como el de su hijo mayor y el romance no aprobado por la familia; su hijo pequeño enfermo que pone el toque dramático a la vida familiar; la esposa que, aunque el sabe que ella no lo entiende, lo acompaña y sostiene todo el tiempo. Además de un mal amorío que García recuerda con nostalgia.

Josefina Vicens (1911-1988) logra, impecablemente, un texto que parece que habla de mente a mente, es decir, pareciera que la narración es como leer el pensamiento del protagonista, leerlo desde mi pensamiento como lectora, como si no fuera un libro, vaya. Sin embargo, justo se trata de eso, de un libro que está siendo escrito, no de un libro terminado, o como diría Unamuno, es una novela de la novela personal en que el protagonista se cuenta una historia, la suya, y todo aquello que no puede lograr con esa historia que, a su vez, es parte de su drama. Nada lejano a los pensamientos que por momentos nos abruman en el día a día, solo que, escritos de manera impecable por la pluma de Vicens, quien logra salirse de la inercia de su época en que abundaban los relatos revolucionarios y políticos, para adentrarnos en esta realidad existencialista del hombre común.

José García, lee tu cuaderno, borra esas frases absurdas y presuntuosas y sustitúyelas con la única que realmente te es posible firmar: «No puedo dejar de escribir». Confiesa que tu necesidad de hacerlo es más fuerte que tú, olvida tu desorbitada ambición de escribir un libro que a todos interese; acepta tu verdadera medida y comprende que si no has escrito otra cosa es porque sólo puedes referirte a lo que es tuyo: los recuerdos que estremecen, contentan o lastiman tu corazón, los opacos sucesos de tu vida diaria y tu relación con unos cuantos seres humanos que coincidieron en tu pequeña órbita.

En conclusión

Me gustó, me encantó, no sé si lo volvería a leer. Es un texto en que sucede nada y sucede todo. Nada en la cotidianidad de José García, pero todo en la incertidumbre de la vida humana, el pensamiento, esa realidad en que en realidad vivimos y nos acongoja apenas le demos oportunidad, o aunque no se la demos, de pensar un poquito más allá de lo que la vida externa nos lo permita. El vacío es existencial en esta obra, y ese vacío es que el que nos cuesta tanto asumir y hacernos cargo, al igual que a José García.

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Al final, García termina donde empezó el relato, en la imposibilidad de la primera frase, todo su divague pareciera que no lo llevó a ningún lugar y no se da cuenta de que el libro está hecho en ese primer cuaderno al que menosprecia tanto.

De mí, ¿qué podría decir? Nada, no sé, no sé lo que me pasa. Pero en este instante, después de haber imaginado una libertad que tal vez me impediría vivir mi realidad diaria y entrañable, que es otra esencial forma de expresión, se que antes que escritor, suponiendo que llegara a serlo, soy lo que he sido y seré siempre: un hombre que necesita escribir y vivir encerrado en su cárcel natural e intransferible.

Vicens ganó el premio Xavier Villaurrutia por esta novela. Su currículum literario consta de una novela más, Los años vacíos, y un cuento llamado Petrita. Si bien su legado es poco, es suficiente en calidad literaria, a esta novela no le sobra ni le falta una coma.

Vicens, J. (2015). El Libro Vacío/Los Años Falsos. México: Fondo de Cultura Economica.

Comentario a «El Gesticulador»

Obra de Rodolfo Usigli

Trama

César Rubio y su familia viven en un pueblo del norte México, el cual quedó azotado por la guerra de Revolución (1910). César Rubio es un profesor de historia deseoso de ser importante, ya que toda su vida ha sido un mediocre. Para su suerte, como conspiración del universo, su deseo se cumple cuando toca a su puerta el profesor Bolton, un estadounidense que también anhela trascender en su vida profesional y sigue el rastro del héroe nacional mexicano el General César Rubio. Ambos profesores actúan de acuerdo a sus propios intereses y se creen la historia que mejor les convenga, con lo que no contaban era con la reacción del pueblo, que se encuentra al borde la desesperación por un halo de esperanza.

El gesticulador (1938) retrata la sociedad mexicana posrevolucionaria que, como cualquier otra sociedad después de una guerra, busca darle sentido a lo que ha vivido y direccionarse hacia un futuro mejor. Hay una gran necesidad de dar cuenta de los acontecimientos del pasado, y de esta forma, darle sentido al presente y poder vislumbrar el porvenir. Esta necesidad tiende a manipular los hechos, adornarlos o recrearlos para que la cruda realidad del presente no sea tan desoladora. Esta tendencia a modificar la historia no es algo nuevo, de hecho es lo que suele ocurrir cuando idealizamos ídolos y héroes, creando mitos para que el pasado quede justificado y el porvenir sea prometedor.

El héroe y el mito

En El gesticulador, la figura del mito está puesta en César Rubio (el General), un héroe revolucionario, un héroe del que poco se sabe y al que nadie tiene intención de rescatar del olvido, hasta que el profesor norteamericano Bolton, por azares del destino, llega a la casa de César Rubio (el profesor), con un tremendo deseo por saber más sobre la historia de este hombre. 

La desesperación y la pasión de Bolton por encontrar indicios del General César Rubio hacen que crea en la historia inventada del profesor César Rubio, quien, aprovechando ser homónimo del héroe y desesperado por ser alguien importante y que su vida tenga sentido y causa, no pierde la oportunidad de adjudicarse los logros de su tocayo. Se conjugan a la perfección las casualidades como las necesidades, dando pie a la creación de un mito: el General César Rubio, héroe de la revolución, vive.

El pueblo está tan necesitado, también, de un rayo de luz y esperanza ante la desolación de posguerra, que, de inmediato creen la historia. Después de todo, hay papeles que lo respaldan, testigos que lo reconocen y los conocimientos de César Rubio sobre la historia de México dan las suficientes herramientas para hacer verosímil su historia. No necesitó más para adoptar el personaje, él mismo se creyó su propia farsa.

Pero tenía dos cosas en su contra: Miguel, su hijo, sediento de verdad; y Navarro, el verdadero asesino del General Rubio. Miguel, escéptico y defensor de la verdad por más cruel que ésta fuera; y Navarro, velando sólo por sus propios intereses, frío y calculador, aprovecha la figura mítica de Rubio y la remata haciéndolo un mártir, impulsando así, su carrera política. Todo es un montaje, una sátira política y social, el pueblo es espectador que cree en lo que ve y lo acepta, necesita de esa función.

Cuando César Rubio el impostor, o en palabras de Usigli, el Gesticulador, adopta el rol del General permite reconstruir la historia, no es un mero montaje sino la posibilidad de crear otra historia. La farsa del profesor Rubio es llevada un nivel que no hubiera siquiera pensado, ya lo tenían considerado para ser el próximo ¡candidato presidencial! Además, qué bonita ironía que siendo profesor de historia de México, de la revolución, y que se jactara de defender la verdadera historia, terminara siendo parte de una sarta de mentiras y, que además, las justificara. El héroe se corrompe al creerse el verdadero General César Rubio, el pueblo lo alaba, pero es curioso que no por ello se convierta en el villano, sino en un antihéroe, que, además, con su muerte se hace leyenda, se asegura pasar a la historia nacional y descansar eternamente en la Rotonda de los hombres ilustres.

Tal vez el único destello de esperanza reflexiva sea Miguel, que se va, no soporta más la mentira y parte en búsqueda de la verdad. Aunque, la historia de su padre y su pueblo la llevará siempre a cuestas.

Referencias bibliográficas

Bernal Alanís, Tomás. El gesticulador: entre el mito y la historia.

Usigli, R. El gesticulador. Obras completas, Tomo I. Fondo de Cultura Económica. México, D.F. 1997. págs. 727-802

Reseña breve:»La vida inútil de Pito Pérez»

Breve reseña a La vida inútil de Pito Pérez, de José Rubén Romero 1938

¡Campanas de Michoacán, repicad todas a vuelo, porque pasa Pito Pérez, glorioso con su miseria y altivo con sus harapos!



La vida inútil de Pito Pérez fue publicada en 1938, época postrevolucionaria y cardenista. La novela de Romero relata la historia de José Pérez Ganoa, apodado Pito Pérez por fastidiar al vecindario con su mal toquido de flauta improvisada. Romero logra retratar de una manera cómica, a manera de sátira, realidades cotidianas del pueblo mexicano, haciendo énfasis en la clase baja a la que pertenece el protagonista. Pito Pérez es un personaje entrañable, el loco del pueblo, un borrachito que dice disparates ¿o verdades?, porque como dice el dicho popular: los niños y los borrachos siempre dicen la verdad.

La historia es narrada por un vecino del pueblo que le solicita a Pito Pérez le cuente su vida a cambio de una botella de aguardiente cada noche. A lo largo de la novela vamos conociendo las aventuras del protagonista, desde la infancia hasta la adultez, así sabemos de su época de monaguillo, de ayudante de boticario, de sus amores fallidos y de sus estancias en la cárcel y los hospitales. El alcohol es su aliciente y su mayor divertimento, es su forma de aludir el dolor, sus penurias, su “mala fortuna” que lo acompaña desde su nacimiento.

A diferencia de lo que se pudiera pensar, considerando que es un vagabundo, su discurso es prolijo, siendo el albur su mejor recurso, con el que logra engatusar a cualquier distraído. Pito Pérez es pobre y siente gran desprecio por los ricos y no pierde oportunidad para decirlo. No se pandea ante ninguna autoridad, si no los reta se burla de ellos. Si bien se trata de un hombre de pueblo, alcohólico y que, por la economía familiar le fue negado el estudio, Pito Pérez posee amplio vocabulario y palabra educada, aunque le digan loco él se defiende diciendo: ¿y por qué no poeta?

Hay un testamento al final de la novela, que nos permite conocer la parte amarga del pensar y el sentir de Pito Pérez:

Lego a la Humanidad todo el caudal de mi amargura. Para los ricos, sedientos de oro, deja la mierda de mi vida. Para los pobres, por cobardes, mi desprecio…

(…) Humanidad, yo te robé unas monedas; hice burla de ti, y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir, quisiera tener fueras para escupirte en la faz todo mi desprecio.

José Rubén Romero (1890-1952) logra un relato conmovedor y cómico a la vez, la crítica social que hace devela las costumbres del pueblo mexicano posrevolucionario, la fuerte influencia religiosa y los mandos de poder autoritarios. Hay bellos pasajes filosóficos y poéticos, que de pronto hacen olvidar que Pito Pérez es un desdichado borracho vagabundo a quien han tomado por loco:

… ¿puede usted decirme cuál es mi realidad y cual mi ficción? Yo estoy seguro de que existe todo lo que veo, y que la muerte me presta sus ojos para que me divierta, como un anticipo sobrenatural, con el panorama de otros mundos.

Comentario personal:

Pito Pérez es un libro divertido, cada sandez que dice el protagonista hace que irremediablemente pensemos en algún personaje de la vida real, el autor logra esa cercanía con el personaje que nos evoca a algún conocido, algún familiar. Sin embargo, las partes amargosas, en el Testamento, principalmente, dejan una heridita en el corazón por aquél entrañable hombre, porque dice verdades directas a la cara, sin tapujos, verdades dolientes y se puede sentir el sufrimiento que páginas atrás nos parecía tan gracioso. Dos realidades ineludibles, que no anula una a la otra, de alguna forma coexisten.

He revisado algunos de los formatos en PDF gratis por internet y no incluyen, desconozco por qué, el último apartado que en el formato Porrúa edición 2006, sí incluye: Algunas cosillas de Pito Pérez que se quedaron en el tintero. La mayoría de las ediciones gratis en PDF terminan la obra con el Testamento. Dejo la obra completa por sí es de su interés: