Ibsen: Dos obras controversiales y actuales: Casa de muñecas y Espectros

Contexto

El contexto de Henrik Ibsen fue el Romanticismo europeo en su última época, el cual se caracterizaba por la exaltación del yo, la subjetividad humana y sus variadas expresiones que ponían especial énfasis en la pasión, la fuerza de la naturaleza, la imaginación, las ansias de libertad y el idealismo. Es justamente esta búsqueda de libertad, distinta a la libertad de la Ilustración, fundamentada en el saber, la verdad y la conciencia de sí mismo la que no descartada a la razón, sino que la cuestiona y deriva entonces un estilo de vida distinto en toda Europa, en donde se comienza a percibir al ser humano como un ser mucho mas complejo y complicado.

Henrik Ibsen y su obra

Henrik Ibsen 1828-1906

Henrik Ibsen (1828-1906), dramaturgo noruego que introduce dosis de realismo a la ola del romanticismo. Si bien en un inicio de su carrera no tuvo éxito, vivió lo suficiente para ver brillar su obra. Su personalidad introvertida y organizada, así como su habilidad de observación e introspección, hicieron de Ibsen el dramaturgo del realismo y la profundidad psicológica de su época, un tanto adelantado a sus contemporáneos.  

Se considera a Ibsen como un precursor para las teorías psicológicas que se desarrollan a finales del siglo XIX e inicios del XX, tales como el psicoanálisis freudiano. Esto debido a que sus personajes están muy bien estructurados, se cuestionan profundamente y ponen en evidencia el deseo de sus motivaciones. La exploración de la condición humana, la compulsión a la repetición, los cuestionamientos existenciales y las incertidumbres, son temas explorados por este autor. Además, los personajes solían ser personas de la vida cotidiana, la atención ya no estaba puesta en la aristocracia ni en la realeza como en otros tiempos, sino en los dramas comunes y corrientes de cualquier persona clase media, lo que lo hace aún más fascinante, ya que pone en escena esos dramas íntimos con los que cualquiera se podía identificar, lo que en un principio fue lo que lo censuró, ya que el pueblo no se quiso mirar en el espejo que Ibsen les presentó.

Obras controversiales

Dos de sus obras más controversiales y, contradictoriamente, más aclamadas también, son “Espectros” y “Casa de muñecas”. Ambas obras fueron rechazadas por el público noruego, ya que atentaba contras los principios y valores de las familias tradicionales de los pueblos, exponiendo los secretos y la hipocresía de las familias y la sociedad en general.

Lo que en realidad propone Ibsen es la representación de la condición humana, nada más, no devela nada nuevo ni busca educar ni exponer a nadie en particular. Pero mostrarlo en el escenario acaloró las conciencias más recatadas y censuraron al buen Ibsen por varios años, acusándolo de fomentar la rebeldía en las mujeres y difamar a las buenas familias. Con el tiempo, alguien rescató sus obras y hoy en día son de las más aclamadas por su valioso contenido humano.

Espectros: inercia familiar o cumplimiento del destino

En “Espectros” (1881-82) vemos a una mujer viuda que esconde un pasado familiar que la persigue y que prácticamente toda su vida se ha empeñado en ocultar, con el objetivo de sostener una imagen y salvar a su hijo de las vergüenzas de su padre. Ibsen nos presenta a una sociedad mentirosa que vive de su imagen a través del engaño. La trama de la historia está fincada en los secretos y la tendencia a que la historia siempre se repite.

La protagonista, Elena Alving, se ha encargado de crear la imagen de su familia como el ideal ante los ojos ajenos, cuando en realidad esconde una miserable vida de excesos por parte de su marido, ya difunto. Buscando apartar a su amado hijo de esta situación lo envió a estudiar al extranjero desde muy corta edad, creando así, a la distancia, una imagen paterna que le conviniera a su hijo: un héroe.

Gran parte de la historia es relatada entre el pastor Manders y la Sra. Alving, quiénes son cómplices del ocultamiento. A su vez, el carpintero Engstrand, quien se ha presentado como el padre abnegado de Regina, la sirvienta de la Sra. Alving, tiene su propia historia de mentiras. Por si esto no fuera poco, la llegada del hijo pródigo, Osvaldo, genera un revuelo en la familia, en especial porque revela que tiene las mismas conductas y padecimientos que su padre, aunque él no sabía al respecto. Esto es a lo que Elena llama Espectros, los fantasmas del pasado que se manifiestan en el presente. Hay una compulsión a la repetición o repetición de patrones familiares, legados y herencias que no necesitan ser explícitas para que se cumplan, se repiten inconscientemente. O lo que en las historias antiguas era el oráculo o el destino.

Otro de los reconocimientos que se le hacen a Ibsen es la reivindicación del rol femenino, ya que varias de sus protagonistas son mujeres que sobresalen por ser fuertes e inteligentes que rompen con el estereotipo de mujer de su época. En el caso de la señora Alving podemos ver cómo defiende sus ideas, se considera como librepensadora, lectora y estratega, ya que montó su matrimonio como ideal a los ojos de la sociedad y todos le creyeron. Sin embargo, cuando su hijo le devela la verdad de su padecimiento se subleva a sus pies como una madre culposa, sumisa y abnegada. No obstante, otro personaje se desprende de sus prejuicios femeninos y su rol de servidumbre: Regina, la sirvienta, quien al develarse la verdad en que ella es hija bastarda del padre de Osvaldo, se empodera, se libera de su rol de sirvienta y se va en búsqueda de otros caminos, a cometer sus propios errores o en la búsqueda del destino marcado por su madre, no el que le ha legado su padre.

El final me pareció desolador, tanto Osvaldo como su madre se quedan a repetir lo mismo de quisieron huir y han padecido. La historia no es más que la compulsión a la repetición. Cuando al final el hijo le pide que le de sol y la madre desesperada busca el frasco de morfina, el sol representa la luz, la esperanza, el calor que no tiene en su vida; la madre acude a su llamado dando un aliciente no una solución, solo una droga. Por eso me parece desolador, es una historia sin fin, y si Regina se quedaba corría el riesgo de embarazarse de Osvaldo y convertirse en la Sra. Alving. La escena final es muy al estilo romántico, por el sufrimiento; pero a la vez muy al estilo naturalista por la desoladora condición humana.

Casa de muñecas: inesperadamente feminista

Obra icónica de Ibsen, probablemente la más difundida y celebrada por su inesperado final, en boca de varios lectores y críticos, un final feminista. Icónica y controversial porque para la época, 1879, no era usual que una mujer saliera a la búsqueda de sí misma, dejando de lado a su “bien amado” esposo y mucho menos, a sus hijos. Inclusive hoy día, hacer eso, abandonar el hogar pareciera un sacrilegio, un acto imperdonable socialmente, por menos que eso las mujeres son llamadas con todo tipo de etiquetas peyorativas. Abandonar a un esposo que aparentemente es bueno, amoroso y provee a la familia de forma adecuada, suena a una locura. Pero lo es más si a eso añadimos a una mujer que abandona a sus hijos. Lo peor de lo peor, lo que pareciera inentendible para muchas “buenas conciencias” es que ese abandono no sea siquiera por otra pareja, ni por dinero, ni por sacrificio o alguna otra posibilidad que pareciera justificar dicho proceder. No. Lo que Nora abandona es un rol que ha estado viviendo desde que tiene memoria, el rol de la mujer de su casa, el rol de una muñeca linda hecha para estar en casa. Nora abandona ese rol y decide irse en búsqueda de sí misma.

“Casa de muñecas” es una obra escrita en tres actos que relata la historia de Nora y Torvaldo Helmer, un matrimonio con tres hijos pequeños que se preparan para las tradicionales fiestas navideñas. En la casa de los Helmer pareciera que las cosas marchan bien, han alcanzado la estabilidad económica y la pareja derrocha tanta miel que parecieran recién casados. La visita de una vieja amiga, Cristina Linde, comienza a develar que esto no es así del todo, que hay un pasado en la vida de Nora que no desea sea revelado a su marido o lo hará pasar una gran vergüenza, y eso es imperdonable, ya que a Torvaldo, el gran banquero, le importa mucho su imagen y el qué dirán.

La aparición del Sr. Krongstad, un empleado del banco que se ha identificado como corrupto y está próximo a ser despedido, pone a temblar a Nora. Helmer no sabe que Krongstad está chantajeando a su esposa por una vieja deuda de cuando su esposo estuvo enfermo y no tenían la solvencia para costear los gastos. Krongstad pone en un dilema a Nora, sostener la mentira tratando de convencer a su marido de que no despida a su chantajista o asumir las consecuencias de sus actos, abandonando a su familia para que no carguen con su culpa, o bien, suicidarse. Nora sufre por la incertidumbre de sentirse en manos del calumniador, no tiene el poder adquisitivo para saldar su deuda y, aunque así lo hiciera, aquel no le devolvería el pagaré.

Casa de muñecas, Tercer acto. Ibsen, 1979

Roles establecidos en Casa de muñecas

En medio de esta trama podemos observar varias cosas. El rol de Nora se va transformando, inicia como la dulce e inocente esposa, abnegada a los deseos de su esposo y dedicada a la labor del hogar. Poco a poco, al menos a mí así me lo pareció, descubrimos que no sólo tiene un secreto que ocultar a su esposo, sino que ese papel de la inocente, a veces ingenua esposa y madre, es cada vez más forzado, por momentos me resultó tan empalagoso que no podía creerlo. No por que el personaje sea inverosímil sino porque vemos como miente a diestra y siniestra, oculta información, exagera sus reacciones ante su esposo y se desentiende de sus hijos que deja al cuidado de la niñera. Esto queda en un velo de aprehensividad del personaje que por momentos se pasa por alto, pero ahí está, queda cada vez más al descubierto que Nora interpreta un papel asignado y nada más.

Otras observaciones giran entorno a Torvaldo Helmer, el amoroso esposo que colma de piropos y apodos a su esposa, “pajarito”, “alondrita”, «mi mujercita», la hace llamar. Detrás de todos esos cariñitos la llama también caprichosa, y de manera reiterada sugiere que ella no sabe cosa alguna de la vida y que sin él como su guía no podría sobrevivir; además, minimiza sus comentarios ante los invitados y restringe el dinero que le proporciona porque la juzga de despilfarradora. En el baile de navidad, se muestra orgulloso y soberbio, de mostrar a su mujer ante los invitados, como si fuera un trofeo.

Helmer. “¡Ah! ¡Amada mía! ¡Mujercita mía! ¡Nunca te abracé más fuertemente! ¡Nora, a veces quisiera verte amenazada por un peligro, para exponer mi vida, dar mi sangre, arriesgarlo todo, todo por protegerte!”

Es por esto por lo que el final es excepcional en todo sentido. Es inesperado, le da un giro total a la trama y es contundente, no da pie a nada más: Nora se va y no deja nada atrás por lo cual regresar.

Después de que su marido se entera de su gran secreto, que personalmente no me parece que sea tan grave, pero creo que eso es justo lo que lo hace tan importante, que al no ser tan grave, tanto Nora como Torvaldo hacen un gran drama al respecto; la reacción de Torvaldo sorprende a su esposa, la desprecia, la maldice y la juzga de inmoral a la cual no puede ni consagrarle la educación de sus hijos, colocándose él como la víctima, ¿Dónde quedará su imagen ahora?

“Se trata de enterrar el asunto, cueste lo que cueste. Y en nuestro hogar no debe haber cambio sensible. No se trata, claro está, más que de las apariencias… En adelante, ya no existe felicidad posible, se trata únicamente de salvar los restos, los despojos, las apariencias…”

Cuando Krongstad condona la deuda y les devuelve el pagaré, Torvaldo se siente aliviado: “Estoy salvado” es lo primero que dice. Él se ha salvado, Nora y su familia también, pero primero ha pensado en su reputación. Es entonces cuando Nora se da cuenta de que la reacción de su esposo no es lo que ella quería, no hay una pizca de solidaridad y empatía, apenas se enteró del chantaje y pensó en él y no en ella, ni siquiera pensó en ella como su pareja, mucho menos en ella como mujer o persona. Nora ha despertado del sueño, se ha dado cuenta de que vivía en una casa de muñecas en la que su esposo jugaba con ella y por eso su matrimonio parecía tan feliz.

Helmer: Eres absurda, Nora, absurda e ingrata. ¿No fuiste dichosa aquí?

Nora: No. Creí serlo, pero nunca lo fui.

Helmer: ¡Tú no has…, tú no has sido dichosa!

Nora: No. Fui alegre, nada más. Eras muy cariñoso conmigo, pero nuestra casa no fue más que salón de fiestas. Fui en tu hogar la mujer-muñeca, como antes, en el hogar de papá, fui la niña-muñeca. Y nuestros hijos fueron muñecas para mí. me parecía divertido que jugaras conmigo, como a ellos les parecía divertido que yo jugara con ellos. Así fue nuestra unión, Torvaldo.”

Esta epifanía engrandece a la protagonista abruptamente, por primera vez decide algo de manera consciente y contundente. No jugará más a ser la muñeca, sale a la búsqueda de ella como mujer y como persona.