Comentario a «El Gesticulador»

Obra de Rodolfo Usigli

Trama

César Rubio y su familia viven en un pueblo del norte México, el cual quedó azotado por la guerra de Revolución (1910). César Rubio es un profesor de historia deseoso de ser importante, ya que toda su vida ha sido un mediocre. Para su suerte, como conspiración del universo, su deseo se cumple cuando toca a su puerta el profesor Bolton, un estadounidense que también anhela trascender en su vida profesional y sigue el rastro del héroe nacional mexicano el General César Rubio. Ambos profesores actúan de acuerdo a sus propios intereses y se creen la historia que mejor les convenga, con lo que no contaban era con la reacción del pueblo, que se encuentra al borde la desesperación por un halo de esperanza.

El gesticulador (1938) retrata la sociedad mexicana posrevolucionaria que, como cualquier otra sociedad después de una guerra, busca darle sentido a lo que ha vivido y direccionarse hacia un futuro mejor. Hay una gran necesidad de dar cuenta de los acontecimientos del pasado, y de esta forma, darle sentido al presente y poder vislumbrar el porvenir. Esta necesidad tiende a manipular los hechos, adornarlos o recrearlos para que la cruda realidad del presente no sea tan desoladora. Esta tendencia a modificar la historia no es algo nuevo, de hecho es lo que suele ocurrir cuando idealizamos ídolos y héroes, creando mitos para que el pasado quede justificado y el porvenir sea prometedor.

El héroe y el mito

En El gesticulador, la figura del mito está puesta en César Rubio (el General), un héroe revolucionario, un héroe del que poco se sabe y al que nadie tiene intención de rescatar del olvido, hasta que el profesor norteamericano Bolton, por azares del destino, llega a la casa de César Rubio (el profesor), con un tremendo deseo por saber más sobre la historia de este hombre. 

La desesperación y la pasión de Bolton por encontrar indicios del General César Rubio hacen que crea en la historia inventada del profesor César Rubio, quien, aprovechando ser homónimo del héroe y desesperado por ser alguien importante y que su vida tenga sentido y causa, no pierde la oportunidad de adjudicarse los logros de su tocayo. Se conjugan a la perfección las casualidades como las necesidades, dando pie a la creación de un mito: el General César Rubio, héroe de la revolución, vive.

El pueblo está tan necesitado, también, de un rayo de luz y esperanza ante la desolación de posguerra, que, de inmediato creen la historia. Después de todo, hay papeles que lo respaldan, testigos que lo reconocen y los conocimientos de César Rubio sobre la historia de México dan las suficientes herramientas para hacer verosímil su historia. No necesitó más para adoptar el personaje, él mismo se creyó su propia farsa.

Pero tenía dos cosas en su contra: Miguel, su hijo, sediento de verdad; y Navarro, el verdadero asesino del General Rubio. Miguel, escéptico y defensor de la verdad por más cruel que ésta fuera; y Navarro, velando sólo por sus propios intereses, frío y calculador, aprovecha la figura mítica de Rubio y la remata haciéndolo un mártir, impulsando así, su carrera política. Todo es un montaje, una sátira política y social, el pueblo es espectador que cree en lo que ve y lo acepta, necesita de esa función.

Cuando César Rubio el impostor, o en palabras de Usigli, el Gesticulador, adopta el rol del General permite reconstruir la historia, no es un mero montaje sino la posibilidad de crear otra historia. La farsa del profesor Rubio es llevada un nivel que no hubiera siquiera pensado, ya lo tenían considerado para ser el próximo ¡candidato presidencial! Además, qué bonita ironía que siendo profesor de historia de México, de la revolución, y que se jactara de defender la verdadera historia, terminara siendo parte de una sarta de mentiras y, que además, las justificara. El héroe se corrompe al creerse el verdadero General César Rubio, el pueblo lo alaba, pero es curioso que no por ello se convierta en el villano, sino en un antihéroe, que, además, con su muerte se hace leyenda, se asegura pasar a la historia nacional y descansar eternamente en la Rotonda de los hombres ilustres.

Tal vez el único destello de esperanza reflexiva sea Miguel, que se va, no soporta más la mentira y parte en búsqueda de la verdad. Aunque, la historia de su padre y su pueblo la llevará siempre a cuestas.

Referencias bibliográficas

Bernal Alanís, Tomás. El gesticulador: entre el mito y la historia.

Usigli, R. El gesticulador. Obras completas, Tomo I. Fondo de Cultura Económica. México, D.F. 1997. págs. 727-802