Comentario a «El hombre que corrompió a Hadleyburg» de Mark Twain

Contexto

La segunda mitad del Siglo XIX, Estados Unidos, en especial después de la abolición de la esclavitud con la Guerra Civil (1861-1865), se caracterizó por una serie de cambios sociales y económicos que impulsaron al crecimiento del país de manera espectacular. Tras la batalla de los estados sureños con los estados norteños, la prosperidad económica se abrió paso con la consolidación de la industria, se idealizó el progreso y el éxito individual. La guerra trajo consigo progreso, el sistema ferroviario, las telecomunicaciones (telégrafo) y, como ya no contaban con mano de obra gratuita (esclavos), la afluencia de los inmigrantes europeos se hizo cargo de atender a la demanda laboral al emplearse como mano de obra barata.  

La sociedad estadounidense había cambiado, pasaron de ser, mayoritariamente, una población rural a ser, principalmente, una población urbana; el país se había modernizado y la industrialización había ganado. Con la transformación vinieron otros problemas como la pobreza urbana y las miserables condiciones de trabajo y salario, haciendo una marcada diferencia entre las clases sociales. No obstante, para la mitad del segundo decenio del siglo XX, Estados Unidos se había convertido en el país más rico del mundo.

La literatura norteamericana y el arte en general, fueron deslindándose del romanticismo para pasar a una perspectiva de la vida y el arte más apegadas a la realidad, con descripciones que buscaban la verosimilitud apegada a la realidad cotidiana; además, se usó el arte para la denuncia y crítica social, así como para retratar los convencionalismos, los usos y costumbres de la gente. La corriente artística que desplazó al romanticismo fue el Realismo, el que se caracterizó por: la exaltación de lo cotidiano y la descripción detallada del contexto, así como la complejidad psicológica de sus personajes definidos por la función y el rol de sus actividades diarias.

Mark Twain

Uno de los máximos exponentes literarios norteamericanos fue Mark Twain (Samuel Clemens), originario de Florida (1835 – 1910), criado en Hannibal, Mississippi. Si bien abandonó sus estudios a corta edad, en la adolescencia se entrenó como tipógrafo en una editorial, siendo éste su primer acercamiento al mundo de la literatura y el periodismo.

Mark Twain (1835-1910)

La escritura de Twain tendía a ser ligera y humorística, pero también fue literatura de denuncia y crítica social. Sin embargo, algo característico en el estilo de este autor fue el lenguaje coloquial que buscaba reproducir la forma real de hablar de los estadounidenses, lo que ayudó a popularizar sus novelas. Las aventuras de Huckleberry Finn (1884) fue su novela más exitosa y la que lo consolidó como uno de los escritores estadounidenses más relevantes de la historia. Ha sido considerado por algunos colegas, junto a Herman Melville, como el autor iniciador de la llamada Gran Novela Norteamericana. Twain fue un claro exponente del realismo, logrando captar los modismos y estilos de vida norteamericanos.

El hombre que corrompió a Hadleyburg

El hombre que corrompió Hadleyburg (1899) es una novela corta (story) escrita al estilo de una comedia, o bien, una parodia. La historia relata como un forastero ha decidido tomar venganza en contra de la ciudad más honrada e incorrupta de todo el país. Dicho forastero fue ofendido por los ciudadanos de Hadleyburg (nunca se dice la ofensa) y decide vengarse contra toda la ciudad ideando un plan para desenmascarar su vanidad y soberbia, buscando demostrar que la supuesta ciudad incorruptible se puede corromper.

En Hadleyburg hay 19 familias honorables, algunas de ellas son las más poderosas de la ciudad, tanto por su dinero como por sus puestos públicos; algunas otras, su honorabilidad está puesta en su estilo de vida y sencillez, tal es el caso de los Richards, un matrimonio de personas mayores que apenas tienen para vivir decentemente.

El forastero quiere poner a prueba la honradez de la población, su plan es muy elaborado: pone en custodia un fardo de monedas de oro con la familia Richards, enconmendándoles que sea entregado al ciudadano que alguna vez lo ayudó y le dio un buen consejo que lo hizo enderezar su vida. Una vez hecho público que la persona que entregue por escrito dicho consejo se le entregará el fardo de monedas de oro, el forastero pone una nueva trampa: envía una carta a cada familia honorable de la ciudad con el supuesto consejo para que reclame el premio. Cada familia cae en la avaricia del oro, haciéndose pasar por el supuesto hombre que ayudó al forastero. De esta forma había 19 cartas que tenían el consejo, pero ninguno era el correcto. Las mismas familias se expondrían frente a toda la ciudad como ventajosas, deshonestas y corruptas.

El fardo de monedas de oro contenía en su interior 2 cartas más con indicaciones para ser abiertas en la asamblea donde las familias serían expuestas. Una de esas cartas decía el nombre de la persona que ayudó al forastero, Goodson, el único ciudadano que no amaba Hadleyburg, sino todo lo contrario, y que había fallecido recientemente. Además, decía el consejo completo, que difería al contenido de las cartas enviadas por las familias honorables. Una a una, las cartas fueron leídas y el pueblo entero se encargó de humillarlos públicamente. La risa hilarante, el sarcasmo de sus hurras y la invitación a que siguieran exponiendo a esas familias, fue sin duda el mejor toque de humor para una situación así. No hay indignación, sino que salió a relucir lo peor de las personas, lo que podría haberse hecho una tragedia se convirtió en una comedia.

Burges, el encargado de dirigir la asamblea, decide no leer la carta 19, la correspondiente a los Richards, como compensación a un favor hecho con Edwards en el pasado que lo salvó de la muerte. De esta manera, fueron los Richards quienes quedan como la única familia realmente incorruptible de la ciudad, los únicos que merecen el respeto de su gente y pueden poner en alto el nombre de Hadleyburg. Pero todo era una mentira tras otra, un engaño que tapa a otro, un secreto que se hace más grande con otro más.

La última carta del fardo de monedas de oro decía la verdad sobre la venganza:

… En cuanto descubrí con qué cuidado y vigilancia se mantenían ustedes y mantenían a sus hijos apartados de la tentación, me di cuenta de cómo tenía que proceder. ¡Pobres criaturas, que no comprendían que la mayor de todas las debilidades es la virtud que no ha pasado por la prueba del fuego! Tracé un plan y reuní una lista de nombres. Mi proyecto consistía en corromper Hadleyburg, la incorruptible. Pretendía convertir en mentirosos y en ladrones a casi medio centenar de hombres y mujeres irreprochables que en toda su vida no habían mentido ni robado un penique.

Posdata de la segunda carta del forastero

La asamblea se sale de control, las monedas eran de plomo y no había premio para nadie, hasta que se inicia una subasta para, al menos, compensar a los Richards con algo de dinero. El forastero, quien estuvo presente de incógnito en la reunión, compra el fardo, negocia con el banquero y el candidato de la ciudad, logra hacer el equivalente a lo que supuestamente valía el premio inicialmente y compensa a los Richards, convencido de que, sólo ellos son dignos de la fama de esa ciudad. Al final, la maraña de engaños y simulaciones terminó por engañar al forastero también quien tuvo que aceptar su derrota al corromper a una ciudad entera.

Edward Richards es el personaje icónico, destacado ciudadano reconocido por su sencillez y honradez, lo que le creó una alta estima en sus vecinos, ya que parecía que él y sólo él era digno de ser llamado incorruptible. La ciudad necesitaba un héroe y lo colocó en el humilde Edwards.

El final es el remate ideal para una comedia como esta, la culpa, la paranoia y la mentira descubierta del matrimonio Richards terminan por desaparecer los aires de grandeza de la ciudadanía entera. Los Richards habían logrado todo aquello que siempre quisieron y al obtenerlo enloquecieron y perdieron todo de golpe.

Twain logra capturar la esencia humana, las complejidades de la convivencia social, sus códigos y sus fallas, como el vivir de las apariencias, del qué dirán y la forma en cómo eso determina las relaciones humanas. Ante todo, somo seres sociales.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS