Hay personas que les gusta ver llover y otras que les gusta mojarse. No recuerdo de quien es la frase, pero me encanta, de hecho la lluvia me encanta y es por ello por lo que, en un principio, decidí leer esta miniobra de teatro, sólo por el título.
El protagonista es un hombre de entre los 50 y 70 años de edad, un bibliotecario que ha dedicado su vida entera a los libros. Por alguna razón, que no se explica en el texto, ha decidido presentar una conferencia en que el tema es la lluvia. Pero no cualquier tipo de lluvia, es decir, no nos habla del clima en sí mismo, sino de la lluvia desde la poesía. Qué han dicho los poetas sobre este fenómeno natural, cómo la lluvia ha inspirado maravillosas metáforas, casi siempre para hablar del pensamiento y el amor. Oh, el amor, en dónde no mete sus narices. Pues sí, este texto se trata del amor.
He ordenado una biblioteca a lo largo de mi vida y los libros han desordenado mi vida.
Nuestro protagonista ha perdido los papeles de su conferencia y ha decidido improvisar, consolándose, asevera que las mejores conferencias son improvisadas. En el debraye de lo dicho por un poeta, salta a otro y otro, hilando una cita con otro para terminar hablando de sus dos grandes amores: Soledad y Laura.
Para un hombre que vive del orden de las cosas, en este caso, sus libros, escribir una conferencia y perderla es un acto fallido idóneo para permitirse una digresión que apunta a hablar de él. El tema de la conferencia en realidad es un pretexto, nuestro bibliotecario necesita hablar de lo que llueve en él más que de la lluvia en sí.
La lluvia matiza las cosas, por eso a Pessoa le gusta que caiga en diagonal. No es una lluvia enfática, destructiva; cae con la timidez de lo que arruina un poco sin estropear nada. Esa lluvia tiene una manera buena de ser triste.
Nadie puede hablar mejor del amor que el poeta, el poeta que captura en sus figuras retóricas aquello que escapa a la palabra cotidiana, aquello que escapa del te amo y de un tierno beso. Cita a varios poetas como Neruda, Verlaine, Octavio Paz, Cummings, pero en realidad de lo que quiere hablar es de su dificultad para relacionarse con las mujeres.
Soledad era alérgica a los ácaros y los libros producen ácaros. También era alérgica a los ratones, y los libros producen ratones. Supongo que en el fondo era alérgica a mí.
Soledad lo dejó porque él quería algo que ella nunca iba a darle, amor romántico, y eso era sofocante para ella, tan amargosa, que él estuiera siempre esperando. Laura, por su parte, fue el gran amor para él y un amor pasajero para ella. Estaba bien el trato de la corporeidad, pero él se enamoró desde la primera vez que la vio entrar a su biblioteca empapada de lluvia. Craso error, error de novato, error de aquél que siempre quiere más porque nunca ha tenido suficiente. Error humano al fin y al cabo, porque estar con ella parecía que todo lo iba a llenar, cuando sabemos que en realidad nada nunca lo llena todo. Hay una falacia en el amor romántico en aquella sentencia que enuncia querer saberlo todo del otro y amarlo incondicionalmente. Mentira, no podemos con el mundo del otro.
Laura me eligió como se elige un libro en una biblioteca. No sé qué clase de texto fui para ella. Pero una tarde definitiva me llevó a un hotel cercano, con esta frase prometedora: «Si no te parece suficientemente sórdido, buscamos otro».
Sobre el autor
Juan Villoro (Ciudad de México 1956) es escritor y periodista, ha sido docente en la UNAM, Yale, Princeton, Stanford y Pompeu Fabra; columnista de Reforma, The New York Times, El País y El Mercurio, entre otros puestos dentro del medio periodístico. Multipremiado en el gremio literario como Premio Iberoamericano José Donoso, Premio Manuel Rojas, Premio Xavier Villaurrutia y Premio Herralde de novela; así como en el periodismo, como el Premio Internacional de periodismo Rey de España, Premio Ciudad de Barcelona, Premio Internacional de periodismo Manuel Vázquez Montalbán.
«Conferencia sobre la lluvia» es un texto que se hizo para inaugurar el Teatro Antonieta Rivas Mercado de la Biblioteca de México en 2013.
Comentario final
El final es una lindura, tanto por el protagonista como por el público que lo escucha. Es un giro que envuelve de ternura aquel discurso que venía poniéndose negro, llenando de nubarrones el horizonte con tendencia melancólica, muy ad doc con la personalidad del protagonista.
La voz narrativa es un monólogo exterior, ya que hay un público a quien se dirige explicitamente la conferencia, aunque está llena de remenbranzas personales y por momentos pareciera que estamos ante una discursiva interna, todo el tiempo el protagonista vuelve a su público e interactúa con él. Es una linda conferencia que se le sale de las manos y termina convirtiendo en una serie de confesiones íntimas personales.