Novela histórica, una perspectiva alterna a la Historia

La historia como disciplina es más cercana a la literatura de lo que se ha querido aceptar. Esto no sólo porque no podemos echar una mirada al pasado y capturar aquella realidad al cien por ciento tal cual sucedió, sino porque al escribirla, es decir, al ordenarla y transmitirla, hay una inevitable interpretación de los historiadores, lo cual es completamente normal, ya que su realidad se impone y brinda una mirada diferente a cuando sucedieron los hechos relatados.

Por más que queramos traer al presente aquellos hechos, estos sólo vuelven de tal manera que nos haga sentido en el presente. Hay una gran necesidad de que saber lo que pasó allá y entonces, porque eso da sentido a lo que sucede aquí y ahora, he ahí una parte importantísima de la historia: dar cuenta del pasado para dar sentido al presente.

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Tal vez quisiéramos que las cosas fueran diferentes y que la historiografía fuera una ciencia exacta y así tener más respuestas que preguntas de nuestro pasado, pero esto no es así, mientras más se investiga más incógnitas surgen, esto hace a la historia una disciplina subjetiva, aunque cuál ciencia no lo es en realidad si todas dependen de la mano humana interpretándola, ¿cierto? En fin, este es un debate para otro momento, el punto es remarcar que la literatura hace una función determinante en la forma en cómo interiorizamos la historia de la humanidad.

Novela Histórica

En lo que respecta a la novela histórica, la interpretación de la realidad pasada es evidente e intencional. La novela histórica es un híbrido entre historia (documentación de un hecho del pasado) y ficción (mundo creado por el autor). Es una configuración narrativa de la historia, en que el autor toma una parte de ésta, un episodio específico o una serie de ellos, en una época determinada, para elaborar una trama con personajes tanto ficticios como reales. El escenario donde se desarrolla, el lugar, las costumbres propias de la época, ciertos modismos, etc., suelen ser una referencia real, ya que esto brinda contexto y verosimilitud a la narración.

Se sugiere que haya una distancia temporal entre el acontecimiento (histórico) y su narración (lo narrado en la obra), ya que este tipo de novelas requieren una mirada hacia el pasado, hay autores que sugieren que sea al menos una generación de distancia. Pero esto es debatible, ya que también hay novelas tipo diario o autobiográficas que relatan los hechos vividos por el autor publicados con apenas unos años de distancia.

Sus personajes son evocaciones de personajes históricos, el autor puede ajustarse a lo documentado o darles un tinte ficticio. A diferencia del historiador, el novelista puede darse la licencia de dar los nombres, funciones y rasgos que mejor se ajusten a los personajes que está creando, siempre y cuando respondan al entorno y el ambiente que la novela está representando. En esta medida es que los personajes son históricos y ficticios al mismo tiempo.  El autor suele ofrecer un cuadro histórico general y pequeñas notas históricas para mejorar su ambientación.

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La novela histórica es una narración estéticamente ordenada, como cualquier otra novela, y responde a lo que el autor quiere presentar a su público, es por ello por lo que se da las licencias necesarias de acuerdo a lo que la obra requiera, no a lo documentado históricamente, lo importante es ser fiel a la trama, no a la historia historiográfica. Esto sucede especialmente en la novela histórica de finales del siglo XIX, cuando los autores comenzaron a darse más permisos en la estructura de sus novelas, así como a modificaciones de los personajes reales, incluso a parodiarlos, ya que el objetivo era brindar una perspectiva diferente, una perspectiva que diera cabida a otras posibilidades de lo ya conocido, nuevas respuestas o nuevas preguntas. Esto ha brindado un campo fértil para el novelista histórico (cuentista y poeta también), ya que se dejaron de lado, o al menos disminuyó su importancia, a los personajes buenos y malos como únicos protagonistas, comenzando a ganar terreno personajes cómicos, cotidianos, historias paralelas a las ya conocidas de los héroes y villanos que también fueron partícipes del suceso histórico relatado, pero que no fueron suficientemente destacados para ser historiados. O bien, personajes principales que en la novela tienen la oportunidad de darle un giro a su historia y tener un final distinto al que tuvieron en la vida real. Algunas veces es gratificante dejar de ver sólo héroes y villanos, blanco y negro, buenos y malos, y enriquecer las historias de forma más llamativa, inclusive más parecida a nuestra realidad, la cual está repleta de matices y colores.

Algunas recomendaciones de lectura

En internet podemos encontrar cientos de ejemplos de novelas históricas, es por ello por lo que no pienso repetir el contenido que con una sencilla búsqueda en Google se puede encontrar, así que mencionaré algunas novelas que me han gustado y que pocas veces se incluyen en las listas famosas de novelas históricas:

“La sombra del caudillo” (1929) de Martín Luis Guzmán, por mucho mi favorita. Novela mexicana postrevolucionaria que denuncia los usos y abusos del poder político de los caudillos, quienes habían quedado a cargo de la silla presidencial tras la revolución (1910). El autor no sólo narra un evento histórico, que fue la lucha por la silla presidencial en los años 20 (de Obregón a Elías Calles), sino el asesinato del General Serrano. Ambos eventos quedan condensados en la sucesión de hechos dentro de la novela, ya que en realidad ocurrieron con años de diferencia; lo mismo sucede con los personajes que los representan, Obregón es representado por la figura sombría y tiránica del Caudillo; y Serrano por Ignacio Aguirre, el candidato presidencial impuesto contra su voluntad. Es una novela histórica y política, en que el autor se vale de su propia experiencia dentro de los grupos revolucionarios para dibujar a la perfección a sus personajes y la atmósfera en que se desarrollan.

Dato curioso, el autor casi es asesinado por escribir esta novela, logró escapar y se exilió en España por algunos años, donde finalmente pudo publicarla. La película que se realizó sobre esta novela fue censurada durante tres décadas.

“Las lanzas coloradas” (1921) de Arturo Uslar Pietri, ubica al lector en la Independencia Venezolana (1811), pero no toma a los héroes tradicionales que conocemos de aquella guerra, sino a personajes comunes y corrientes que se vieron atravesados por ella. La historia comienza con la rebelión de un mulato mayordomo que vivía en condiciones miserables en una hacienda, Presentación Campos. Su escape lo libera de la hacienda, pero lo lleva directo al campo de batalla que tenía atravesado a los pueblos, los cuales vivían entre la muerte constante y la supervivencia diaria. El mulato rebelde no se ajusta en absoluto al héroe tradicional, no le interesa el movimiento armado que no sea para explotar su agresividad e ira contenida. La verdadera protagonista de la novela es la guerra y su paradójico poder opresor y libertador. Los héroes independentistas apenas son mencionados en la novela, con un halo de ilusión y esperanza se menciona al Libertador Simón Bolívar.

“El nombre de la rosa” (1980) de Umberto Eco. Mucho por decir al respecto, pero lo relevante para ubicarla como una novela histórica está en la contextualización de la obra: el Medievo Siglo XIV, y, por lo tanto, el gran poder y terror de la Santa Inquisición. La novela se desarrolla en la abadía benedictina de la Italia septentrional donde ha arribado el monje Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk, quienes asisten a una reunión de monjes para discutir irregularidades; sin embargo, una serie de muertes sin sentido aparente comienzan a suscitarse y Guillermo se encarga de seguir las pistas para resolver los crímenes. Uno de los mayores atractivos de la novela es la descripción de la biblioteca laberíntica, así como las referencias tanto explícitas como implícitas de sus personajes, entre ellos la alusión a Jorge Luis Borges como el viejo bibliotecario ciego, aunque también personajes reales como Bernardo Gui (1261-1331) quien fue un famoso inquisidor, incluso la composición del protagonista que hace referencia al monje y filósofo Guillermo de Ockham (1287-1347). Es una novela histórica y detectivesca al mismo tiempo.

Fue adaptada al cine por Jean-Jacques Annaud en 1986, protagonizada por Sean Connery como el monje Guillermo de Baskerville y colaborando con el guion, el mismo Umberto Eco.

Para concluir

La novela histórica es un subgénero de la novela que, a partir del siglo XIX (al menos de manera evidente), comenzó a ser más flexible en su estructura y contenido, incluso muchas veces toca los linderos de otros subgéneros como el detectivesco, político, indigenista, romántico.

Los rasgos importantes e imprescindibles de la novela histórica son: contexto, buena ambientación de la época y secuencia de hechos. Los personajes pueden ser reales, ficticios o una mezcla de ambos, los héroes y villanos reales pueden estar bien identificados o pueden sólo ser parte del contexto y cederles el micrófono a personajes que la historia documentada suele pasar por alto.

Las obras brevemente comentadas son una elección personal, pero en realidad hay muchísimas, tantas que en una rápida búsqueda de Google se pueden encontrar, pero a mí me interesaba señalar algunas que he leído y me han parecido magníficas. Por ejemplo, en México es imprescindible la novela corta “Los de abajo” (1916) de Mariano Azuela, que relata una pincelada de la realidad de la revolución mexicana, lo vivido por los de abajo, los que necesitan la revolución para sobrevivir a través del saqueo y un pequeño coto de poder, donde los ideales revolucionarios no alcanzan para vivir. Por el mismo camino está, aunque se apega más a a una novela de formación, “Se llevaron el cañón para Bachimba” (1941) de Rafael F. Muñoz. O bien, novelas que el centro de su atención está en las relaciones amorosas, como “Clemencia» (1969) de Ignacio Manuel Altamirano, situada en la época de la intervención francesa en México. También hay otras novelas históricas de características irreverentes como “El arpa y la sombra” (1979) de Alejo Carpentier que parodia a Cristóbal Colón y lo coloca en situaciones inusitadas, esta obra en particular pertenece a la llamada Nueva Novela Histórica.

Lo importante es leer y lo que nos mueve esa lectura, tanto en entretenimiento como en reflexión. La novela histórica suele llenar vacíos que la historia documental no ha podido llenar, y, como a la humanidad no nos gustan los casos sin resolver, por muy ficticias que sean estos parches y respuestas que la literatura nos regala, se agradecen siempre.  

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